lunes, 9 de febrero de 2009

Naranja y chocolate

Hoy hago un paréntesis en la polonización para acompañar durante un rato a quien me espera en el sofá... Va por ti, porque no es tiempo de estar sola.

Los febreros, los domingos, las canciones de Sabina… La vida está llena de lugares comunes que, en función del viento que sople, nos traen el sabor de la naranja amarga o el toque dulce del chocolate. A veces, también, el néctar de aquél cítrico puede ser dulce y la planta del cacao amarga.

Blanco y negro, frío y calor, ruido y silencio. La vida está llena de lugares comunes que nos enfrentan con nosotros mismos en una lucha de opuestos llena de grises donde nadie gana. Porque la naranja y el chocolate hacen buena pareja; más si es domingo, febrero, y la rota garganta del poeta urbano canta.

Porque no hay blancos ni negros. Ambos son una ilusión óptica mediada por la luz y la recepción de nuestros globos oculares.

¿Depende todo lo que vivimos de la interpretación que más tarde o más temprano hacemos de lo ocurrido? ¿Pueden ser los recuerdos, matizados por el inevitable polvillo que produce el roce del tiempo, más reales que lo que sucedió? ¿Es todo intento de mirada al pasado un proceso de autoengaño o, por el contrario, la automática corrección y adaptación de nuestro ayer es la magia que da sentido a la vida? ¿Es la lectura melodramática de nuestro presente un capricho propio de pseudo intelectuales aburguesados o el resultado de una honesta mirada al interior de nosotros mismos, donde nunca nada es perfecto porque, al fin y al cabo, la vida está llena de grises?

Después de todo “un piso en Atocha no está tan cerca del cielo” y a veces es necesario alcanzar los sueños para caer en la cuenta de que no eran ni tan importantes ni tan perfectos ni tan sueños.

Entonces, a veces, la sentencia melodramática vacía de sentido todo lo que nos acontece. Cuando estamos demasiado ocupados en otras cosas la corriente se nos lleva y, en un pestañear, despertamos un año después al otro lado del continente. A veces pasa, que nos despersonalizamos, o que nos olvidamos de escribir la crónica a su debido tiempo, y mientras dormimos el viento sigue soplando, el mundo sigue girando. Y cuando despiertas y te ves tan rodeado de medias tintas sin bálsamo ni veneno, es cuando tus recuerdos vuelven para salvarte. Susurran, a través de imágenes maquilladas, que hubo días en los que todo te ilusionaba. Ayeres donde te enamoraste como nunca antes, terrazas desde las que cantasteis a voz en grito sin pensar en los vecinos, mañanas soleadas en las que no te importó el desorden. Sí, hubo un tiempo en que la vida era vida sólo por las personas que te rodeaban. Y, claro, hoy es distinto. Porque, aunque nos hayamos dormido, el mundo no ha parado de girar.

Pero así funciona este juego, un tira y afloja, un eterno balancearse entre el ayer y el hoy. ¿Quién te dice que en el futuro no recordaras este presente con la misma vibración? Sigamos adelante, aunque sólo sea porque los recuerdos remotos sean hermosos. Y porque la vida, se mire por donde se mire, es un milagro (pagano).

viernes, 6 de febrero de 2009

"Proszę pani, proszę pani"

Al principio de esta aventura, alguien que me conoce mucho se preocupó por la excesiva frecuencia con la que escribía en este blog. No le pareció buena señal que tuviera tanto tiempo libre. Efectivamente, cuando en Polonia aún no nevaba y se podía salir de casa sin el tri-pack “guantes, bufanda, gorro”, mi vida aquí era de todo menos ajetreada (aunque he de decir que también disfruté de aquellos meses de tranquilidad, reposando las ideas que no tenían sitio en el Madrid inquieto).

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Un día como hoy, cuatro meses y algunos días después, no puedo decir lo mismo. Me resulta difícil encontrar tiempo para llevar a cabo todos los proyectos que tengo en mente y la poca energía que queda después del trabajo la gastamos en socializarnos (y no es moco de pavo, cuando hablamos de relacionarnos con esa masa informe que habla tan raro…) Porque sí, en esta ciudad al este del este no hay sitio para la rutina, ni siquiera cuatro meses y algunos días después: la barrera del idioma aliña cada instante. Y a veces se pasan con el vinagre… Yo, por mi parte, creo haber tirado la toalla. Este idioma no es viable. ¡Ni siquiera los nativos lo hablan correctamente! Así es que le doy credibilidad cero a la esperanza de poder mantener una conversación normal antes del verano y me acomodo en la postura de “la foránea que no entiende”

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Aún así sigo estudiando polaco, aunque sólo sea por avanzar en la comunicación verbal con los chiquillos que pueblan mis tardes en la biblioteca. (niños, esa especie tan envidiable, tan cargada de energía y misterios, de sorpresas… creo que será la primera cosa que añore cuando el año llegue a su fin). Y es que si algo tienen en común estos niños es que no les cabe en la cabeza que no entiendas su idioma. ¡Les da igual! Te seguirán hablando sin importarles los factores externos que puedan turbar tu entendimiento, como una boca llena de galletas, un resfriado, un contacto visual indirecto, i tak dalej, i tak dalej… Así que nosotras ponemos cara de bobas sonrientes y nos dejamos guiar por sus gestos, teniendo en cuenta que hay que estar atenta a cada “Proszę pani, proszę pani”. Eso significa que quieren algo de ti (y que todavía te respetan a pesar de tu condición de alien, ya que “Pani” significa “señora”)

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En esta tesitura andamos gastando el “working time” esta última semana. Son vacaciones de invierno en el colegio y Abecadlo está repleto de niños a todas horas. Y ¿quién mejor para entretenerles que las voluntarias con sus costumbres raras? Así es que, de las fechas señaladas que condecoran el mes de febrero hemos desechado San Valentín y nos hemos animado con los Carnavales (lo cual ha resultado al tiempo la excusa perfecta para eliminar de una vez cualquier rastro de Navidad, que ¡hay que ver como le cuesta a esta gente deshacerse de las lucecitas, estrellas y arbolitos de diciembre!). La biblioteca se adorna cada día con más y más cadenetas de colores. Todo tiene que estar listo para la fiesta de disfraces del jueves que viene; para la que, por cierto, tengo que fabricarme un disfraz de mariquita y cocinar torrijas (si en algo está cambiándome esta experiencia –a parte de abligarme a amar la col y el pepino- es en mis habilidades como ama de casa).

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Y entre tanto “recorta y colorea”, no sé cómo, hemos sacado también tiempo para empezar con la elaboración de un periódico multilingüe: “Pięć księżyców” tiene ya cinco redactores, una fotógrafa y un diseño aún en el aire. En marzo parimos, si todo cuadra y mis dotes de mandataria se revelan efectivas. El siguiente post, para las buenas nuevas. Saludos desde el país que me ha enseñado a distinguir cinco tipos de nieve.